" Toda clase de algodones "
Coral que siempre había sido una chica muy valiente no hizo caso a su padre y le siguió. Le encontró hablando con el dragón y se quedó escondida para poder escuchar lo que su padre le decía:
Érase una vez en un lugar muy lejano, donde solo
existían 4 reinos, una princesa de pelo tan rojo como la sangre y unos ojos de
color miel preciosos, llamaba Coral. Vivía solo con su padre el Rey Tristán en un
palacio cerca del mar con unas vistas muy bonitas.
Vivían solos ya que su madre murió cuando ella tenía
16 años. El rey Tristán jamás se volvió a casar, ya que ninguna mujer le parecía
lo suficientemente buena, y decidió que era mejor centrarse en cumplir el deseo
de su mujer que le pidió antes de morir. Este fue que cuidase y protegiese al
Reino que tanto les había costado construir, y que cuando su hija cumpliese 18,
le diese sus tres horquillas con rosas de diamantes en los extremos que tanto
cariño tenía.
Una mañana como otra cualquiera
escucharon gritos en el pueblo, y Coral y su padre salieron corriendo para ver
que pasaba. No podían creer lo que sus ojos estaban viendo. Un dragón enorme
escupiendo fuego por la boca estaba destrozando el reino.
El rey preocupado por su hija la mandó a su habitación
hasta que el dragón se hubiese ido.
Coral que siempre había sido una chica muy valiente no hizo caso a su padre y le siguió. Le encontró hablando con el dragón y se quedó escondida para poder escuchar lo que su padre le decía:
- Por favor te lo suplico deja mi reino, te daré
lo que haga falta, cásate con mi hija y estaremos en paz, te daré todo lo que
quieras, -dijo el padre.
El dragón le miró y asintió con la cabeza.
La princesa Coral estaba horrorizada después
de escuchar aquella conversación.
Al día siguiente su padre fue a hablar con ella y
contarle lo que había pasado. Ella se negó rotundamente pero el Rey Tristán le
dijo que mientras viviese bajo su techo haría lo que él dijese.
La princesa horrorizada pensó en un plan para
atrasar la boda, y le dijo que ella no podía casarse sin unos precios pendientes
de oro en forma de lágrima. El padre aceptó. Dos semanas después el padre le
dio los pendientes de oro, que eran preciosos, pero Coral aún necesitaba más
tiempo, y le dijo que como podría casarse sin un pañuelo de la seda más fina de
los cuatro reinos. El rey aceptó su petición y mandó hacer el pañuelo. Pasaron
dos semanas y el padre le dio el pañuelo, pero Coral pensó que tardaría más en
hacerlo, así que le pidió algo más difícil. Le dijo que quería para su boda
unos tacones de diamantes y que el tacón estuviese hecho de las espinas de las
rosas más hermosas. Su padre suspiró y le dijo que vale, que lo haría, pero una
vez acabado se casaría con el dragón para salvar al reino. Pasaron cuatro
semanas y el padre apareció con los tacones. Pero Coral atemorizada le pidió
una última cosa.
Le pidió a su padre que le hiciese un abrigo de algodones.
Le dijo que quería un abrigo que estuviese hecho de todos los algodones de los
cuatro reinos, de todos los colores que hubiese.
El padre tardó nada más que dos meses, y cuando
le dio el abrigo le dijo que a la mañana siguiente se celebraría la boda.
Coral se dio cuenta de que no podría evitar la
boda si no se iba de casa, así que cogió los tres objetos que le había hecho su
padre, se puso el abrigo de toda clase de algodones y cogió las tres horquillas
que pertenecían a su madre y que su padre le había dado hace un par de semanas
cuando cumplió 18, y salió del palacio corriendo sin mirar atrás.
No sabía a dónde iba ir ni que iba hacer pero
empezó a caminar por la playa mientras pensaba en que sería de su vida ahora. Pasó
un tiempo viviendo en una pequeña cueva, y su único alimento era el pescado que
ella cazaba en el mar. Por las noches hacía mucho frío, pero por suerte el
abrigo de toda clase de algodones la resguardaba bien de la oscura y fría
noche.
Un día decidió alejarse de aquella cueva y un
poco más del palacio, y encontró una posada. Entró por la cocina para
refugiarse del frío pero el cocinero la vio y le preguntó quién era. Ella le
contó que había huido de su casa y que no podía volver, pero jamás desvelo que
era una princesa. El cocinero se compadeció de ella y fue a hablar con el dueño
de la posada. Le explicó que esta chica a la que decidió llamar toda clase de
algodones, necesitaba un trabajo. El dueño, que se llamaba Arturo, accedió a
darle trabajo.
Pasaron meses y toda clase de algodones era
feliz fregando los platos. De vez en cuando Arturo se pasaba por las cocinas
para saludarla y preguntarla que tal iba, si estaba a gusto o si necesitaba algo. Ella siempre decía que
todo estaba bien, pero sin dejarse ver el rostro, ya que el abrigo se lo
tapaba.
Al cabo de tres meses, el dueño les dijo que se
iba a celebrar una gran boda y que estarían tres noches de fiesta, que
preparasen comida y organizasen todo.
El primer día, Coral, que llevaba mucho tiempo
sin asistir a ninguna clase de fiesta, le pidió al cocinero si podría salir
antes para ver la fiesta. El cocinero tras poner muchas pegas asintió y al
menos le pidió que no llegase tarde, que él estaría muy ocupado y tenía que
subirle un vasito de leche con miel a la habitación de Arturo antes de que este
subiese porque a él no le daría tiempo. Ella asintió y se fue corriendo a
quitarse el abrigo. Se puso un vestido y los pendientes de oro que su padre le
había dado y fue a la fiesta. Estaban todos festejando y bebiendo, pero ella
solo tenía un objetivo, encontrar a Arturo. Había sido tan buena con ella que
sin darse cuenta se había enamorado de él, y necesitaba hablar con él. En
cuanto Arturo la vio se acercó a ella y estuvieron hablando toda la noche. Se
le pasó el tiempo volando y cuando se quiso dar cuenta ya eran las dos de la
mañana. Se fue corriendo a preparar el vaso de leche con miel y llevárselo a la
habitación antes de que Arturo llegara, pero este antes la pregunto que si la
volvería a ver, a lo que Coral sonrió y le dijo que mañana.
Se puso su abrigo y fue a la habitación a
llevarle el vaso de leche con miel, con tan mala suerte que Arturo ya estaba
allí. Le pidió permiso y entró. El aún tenía la ropa puesta y estaba sentado en
la silla de su escritorio. Cuando fue a dejar el vaso de leche con miel en la
mesa, le metió una de sus horquillas en el bolsillo delantero de su chaqueta,
sin que este se diese cuenta. Le dio las buenas noches y se fue.
Cuando Arturo se quitó la chaqueta se dio cuenta
de que tenía algo en el bolsillo. Lo miró extrañado y se lo guardo.
Al día siguiente por la noche el cocinero volvió
a dejar ir a Coral a la fiesta, con la condición de que luego fuese a la
habitación de Arturo a dejarle el vaso de leche.
Ella fue a su cuarto a cambiarse y se puso aquel
pañuelo de seda que su padre le había regalado. Igual que la noche anterior,
Arturo nada más vio aquellos ojos de color miel, fue a hablar con ella. Se
pasaron toda la noche riendo, hablando y bailando, pero cuando dieron las dos,
Coral se fue corriendo y le dijo que mañana le volvería a ver.
Se puso el abrigo de toda clase de algodones,
preparó la leche y subió al cuarto. Arturo ya estaba allí sentado como la
anterior noche. Ella entró con la cabeza agachada, le dejo la leche, y sin que
él se diese cuenta le volvió a meter otra horquilla en la chaqueta. Se despidió
y se marchó.
Al día siguiente pasó lo mismo, le pidió al
cocinero si podía ir y este asintió recordándole la condición. Coral fue a su
cuarto se arregló y se puso los tacones que su padre le había dado de diamantes
y con tacón de las agujas de las rosas más hermosas. Como cada noche, Arturo
nada más vio aquella melena roja deslumbrante, se acercó a ella. Bailaron y rieron
toda la noche, pero la pareja recién casada les interrumpió para darle las
gracias a Arturo por estos días de fiesta, y cuando Coral vio que ya eran las
dos se marcho corriendo, pero antes de que esta se marchase Arturo le cogió de
la mano y le dijo que estaba seguro que se volverían a ver.
Como las demás noches, Coral se puso el abrigo y
preparo el vasito de leche con miel y se lo llevó a Arturo. Cuando Coral fue a
dejar el vaso, metió la última la última horquilla que le quedaba en su
chaqueta.
Se despidió, pero cuando se estaba acercando a
la puerta, Arturo le pidió que se parase y volviese. Este sacó las tres
horquillas y le preguntó:
- ¿Son tuyas estas horquillas?¿Las has puesto tú
en mi chaqueta?
- No señor, no son mías. - Respondió ella
mirando hacia abajo.
- ¿Estás segura? Entonces igual me podrías
explicar cómo ha llegado ese anillo que llevas puesto a tu mano.
Ella muy sorprendida se miró la mano y Arturo
siguió hablando.
- Te lo puse cuando te marchaste corriendo esta
noche. Pertenecía a mi abuela.
Entonces Arturo le quitó la capucha del abrigo
de toda case de pieles y le dijo:
- Sabía que eras tú desde el primer día, y
quiero pasar el resto de mi vida contigo. Has sabido cómo llegar a mi corazón y
como acercarte a mí con astucia, y te quiero.
Acto seguido se acercó más a ella y la besó.
Toda clase de pieles le contó toda la verdad de
su historia, que era una princesa y que su padre la obligaba a casarse con el
dragón solo para salvar al reino, y él le prometió que la protegería y que el
mismo acabaría con ese dragón.
Y colorín colorado espero que este cuento os
haya gustado.
He decido adaptar este cuento titulado
"Toda clase de pieles" para niños de tercero de primaria, aunque
considero que este libro se podría trabajar con niños de un curso
menos.
He adaptado este cuento de tal forma que siga
respetando el hecho de que es un cuento folclórico y maravillo, de tal forma
que los elementos como la magia y la fantasía, y la no identificación con los
personajes esté presente en mi cuento.
Los cambios que he realizado son varios aunque muchas cosas como por ejemplo que la
protagonista sea una princesa, que su madre haya muerto (aunque sea más tarde),
que la historia transcurra en un lejano reino, que la princesa por algún motivo
tenga que abandonar dicho reino y que intente atrasar su boda lo máximo
posible, son elementos que no he querido modificar ya que me parecen elementos
fundamentales del cuento.
Las cosas que si he cambiado es por ejemplo que
mis personajes tienen nombres, y esto hace que los niños sigan mejor el hilo de
la historia y se centren mas.
He querido quitar el tema de que el padre se
quiera casar con su hija ya que no me parece adecuado para niños de esta edad,
y me parece mucho más divertida y emocionante la historia de que aparezca un
dragón, ya que a los niños siempre les han gustado las historias de dragones y
princesas.
Algo he querido cambiar y que me parece
importante para que sea un cuento maravilloso, es el hecho de que haya aunque
sea un elemento mágico, como es el dragón.
También, la princesa logra su felicidad con
aquellos objetos que se llevo que eran de su madre y parte de su vida en el
palacio. No he querido cambiar la idea pero si un poco la forma en la que pasa.
Ella aprovecha cuando el príncipe no mira para meterle los objetos en la sopa, yo
lo he cambiado y he puesto que lo que hace es metérselo en bolsillo de la
chaqueta.
He querido también cambiar un poco la idea en la
que la princesa se enamora del príncipe, y que en vez de eso se enamore del
dueño de un hostal.