martes, 27 de octubre de 2015

ADAPTACION DEL CUENTO DE TODA CLASE DE PIELES ( modificado )

" Toda clase de algodones " 


Érase una vez en un lugar muy lejano, donde solo existían 4 reinos, una princesa de pelo tan rojo como la sangre y unos ojos de color miel preciosos, llamaba Coral. Vivía solo con su padre el Rey Tristán en un palacio cerca del mar con unas vistas muy bonitas.
Vivían solos ya que su madre murió cuando ella tenía 16 años. El rey Tristán jamás se volvió a casar, ya que ninguna mujer le parecía lo suficientemente buena, y decidió que era mejor centrarse en cumplir el deseo de su mujer que le pidió antes de morir. Este fue que cuidase y protegiese al Reino que tanto les había costado construir, y que cuando su hija cumpliese 18, le diese sus tres horquillas con rosas de diamantes en los extremos que tanto cariño tenía.

Una mañana como otra cualquiera escucharon gritos en el pueblo, y Coral y su padre salieron corriendo para ver que pasaba. No podían creer lo que sus ojos estaban viendo. Un dragón enorme escupiendo fuego por la boca estaba destrozando el reino.
El rey preocupado por su hija la mandó a su habitación hasta que el dragón se hubiese ido.

Coral que siempre había sido una chica muy valiente no hizo caso a su padre y le siguió. Le encontró hablando con el dragón y se quedó escondida para poder escuchar lo que su padre le decía:
- Por favor te lo suplico deja mi reino, te daré lo que haga falta, cásate con mi hija y estaremos en paz, te daré todo lo que quieras, -dijo el padre.
El dragón le miró y asintió con la cabeza.
 La princesa Coral estaba horrorizada después de escuchar aquella conversación.
Al día siguiente su padre fue a hablar con ella y contarle lo que había pasado. Ella se negó rotundamente pero el Rey Tristán le dijo que mientras viviese bajo su techo haría lo que él dijese.

La princesa horrorizada pensó en un plan para atrasar la boda, y le dijo que ella no podía casarse sin unos precios pendientes de oro en forma de lágrima. El padre aceptó. Dos semanas después el padre le dio los pendientes de oro, que eran preciosos, pero Coral aún necesitaba más tiempo, y le dijo que como podría casarse sin un pañuelo de la seda más fina de los cuatro reinos. El rey aceptó su petición y mandó hacer el pañuelo. Pasaron dos semanas y el padre le dio el pañuelo, pero Coral pensó que tardaría más en hacerlo, así que le pidió algo más difícil. Le dijo que quería para su boda unos tacones de diamantes y que el tacón estuviese hecho de las espinas de las rosas más hermosas. Su padre suspiró y le dijo que vale, que lo haría, pero una vez acabado se casaría con el dragón para salvar al reino. Pasaron cuatro semanas y el padre apareció con los tacones. Pero Coral atemorizada le pidió una última cosa.

Le pidió a su padre que le hiciese un abrigo de algodones. Le dijo que quería un abrigo que estuviese hecho de todos los algodones de los cuatro reinos, de todos los colores que hubiese.
El padre tardó nada más que dos meses, y cuando le dio el abrigo le dijo que a la mañana siguiente se celebraría la boda.

Coral se dio cuenta de que no podría evitar la boda si no se iba de casa, así que cogió los tres objetos que le había hecho su padre, se puso el abrigo de toda clase de algodones y cogió las tres horquillas que pertenecían a su madre y que su padre le había dado hace un par de semanas cuando cumplió 18, y salió del palacio corriendo sin mirar atrás.

No sabía a dónde iba ir ni que iba hacer pero empezó a caminar por la playa mientras pensaba en que sería de su vida ahora. Pasó un tiempo viviendo en una pequeña cueva, y su único alimento era el pescado que ella cazaba en el mar. Por las noches hacía mucho frío, pero por suerte el abrigo de toda clase de algodones la resguardaba bien de la oscura y fría noche.
Un día decidió alejarse de aquella cueva y un poco más del palacio, y encontró una posada. Entró por la cocina para refugiarse del frío pero el cocinero la vio y le preguntó quién era. Ella le contó que había huido de su casa y que no podía volver, pero jamás desvelo que era una princesa. El cocinero se compadeció de ella y fue a hablar con el dueño de la posada. Le explicó que esta chica a la que decidió llamar toda clase de algodones, necesitaba un trabajo. El dueño, que se llamaba Arturo, accedió a darle trabajo.

Pasaron meses y toda clase de algodones era feliz fregando los platos. De vez en cuando Arturo se pasaba por las cocinas para saludarla y preguntarla que tal iba, si estaba a gusto  o si necesitaba algo. Ella siempre decía que todo estaba bien, pero sin dejarse ver el rostro, ya que el abrigo se lo tapaba.
Al cabo de tres meses, el dueño les dijo que se iba a celebrar una gran boda y que estarían tres noches de fiesta, que preparasen comida y organizasen todo.

El primer día, Coral, que llevaba mucho tiempo sin asistir a ninguna clase de fiesta, le pidió al cocinero si podría salir antes para ver la fiesta. El cocinero tras poner muchas pegas asintió y al menos le pidió que no llegase tarde, que él estaría muy ocupado y tenía que subirle un vasito de leche con miel a la habitación de Arturo antes de que este subiese porque a él no le daría tiempo. Ella asintió y se fue corriendo a quitarse el abrigo. Se puso un vestido y los pendientes de oro que su padre le había dado y fue a la fiesta. Estaban todos festejando y bebiendo, pero ella solo tenía un objetivo, encontrar a Arturo. Había sido tan buena con ella que sin darse cuenta se había enamorado de él, y necesitaba hablar con él. En cuanto Arturo la vio se acercó a ella y estuvieron hablando toda la noche. Se le pasó el tiempo volando y cuando se quiso dar cuenta ya eran las dos de la mañana. Se fue corriendo a preparar el vaso de leche con miel y llevárselo a la habitación antes de que Arturo llegara, pero este antes la pregunto que si la volvería a ver, a lo que Coral sonrió y le dijo que mañana.

Se puso su abrigo y fue a la habitación a llevarle el vaso de leche con miel, con tan mala suerte que Arturo ya estaba allí. Le pidió permiso y entró. El aún tenía la ropa puesta y estaba sentado en la silla de su escritorio. Cuando fue a dejar el vaso de leche con miel en la mesa, le metió una de sus horquillas en el bolsillo delantero de su chaqueta, sin que este se diese cuenta. Le dio las buenas noches y se fue.
Cuando Arturo se quitó la chaqueta se dio cuenta de que tenía algo en el bolsillo. Lo miró extrañado y se lo guardo.

Al día siguiente por la noche el cocinero volvió a dejar ir a Coral a la fiesta, con la condición de que luego fuese a la habitación de Arturo a dejarle el vaso de leche.
Ella fue a su cuarto a cambiarse y se puso aquel pañuelo de seda que su padre le había regalado. Igual que la noche anterior, Arturo nada más vio aquellos ojos de color miel, fue a hablar con ella. Se pasaron toda la noche riendo, hablando y bailando, pero cuando dieron las dos, Coral se fue corriendo y le dijo que mañana le volvería a ver.

Se puso el abrigo de toda clase de algodones, preparó la leche y subió al cuarto. Arturo ya estaba allí sentado como la anterior noche. Ella entró con la cabeza agachada, le dejo la leche, y sin que él se diese cuenta le volvió a meter otra horquilla en la chaqueta. Se despidió y se marchó.

Al día siguiente pasó lo mismo, le pidió al cocinero si podía ir y este asintió recordándole la condición. Coral fue a su cuarto se arregló y se puso los tacones que su padre le había dado de diamantes y con tacón de las agujas de las rosas más hermosas. Como cada noche, Arturo nada más vio aquella melena roja deslumbrante, se acercó a ella. Bailaron y rieron toda la noche, pero la pareja recién casada les interrumpió para darle las gracias a Arturo por estos días de fiesta, y cuando Coral vio que ya eran las dos se marcho corriendo, pero antes de que esta se marchase Arturo le cogió de la mano y le dijo que estaba seguro que se volverían a ver.

Como las demás noches, Coral se puso el abrigo y preparo el vasito de leche con miel y se lo llevó a Arturo. Cuando Coral fue a dejar el vaso, metió la última la última horquilla que le quedaba en su chaqueta.
Se despidió, pero cuando se estaba acercando a la puerta, Arturo le pidió que se parase y volviese. Este sacó las tres horquillas y le preguntó:
- ¿Son tuyas estas horquillas?¿Las has puesto tú en mi chaqueta?
- No señor, no son mías. - Respondió ella mirando hacia abajo.
- ¿Estás segura? Entonces igual me podrías explicar cómo ha llegado ese anillo que llevas puesto a tu mano.
Ella muy sorprendida se miró la mano y Arturo siguió hablando.
- Te lo puse cuando te marchaste corriendo esta noche. Pertenecía a mi abuela.
Entonces Arturo le quitó la capucha del abrigo de toda case de pieles y le dijo:
- Sabía que eras tú desde el primer día, y quiero pasar el resto de mi vida contigo. Has sabido cómo llegar a mi corazón y como acercarte a mí con astucia, y te quiero.
Acto seguido se acercó más a ella y la besó.
Toda clase de pieles le contó toda la verdad de su historia, que era una princesa y que su padre la obligaba a casarse con el dragón solo para salvar al reino, y él le prometió que la protegería y que el mismo acabaría con ese dragón.

Y colorín colorado espero que este cuento os haya gustado.

He decido adaptar este cuento titulado "Toda clase de pieles" para niños de tercero de primaria, aunque considero que este libro se podría trabajar con niños  de un curso  menos.

He adaptado este cuento de tal forma que siga respetando el hecho de que es un cuento folclórico y maravillo, de tal forma que los elementos como la magia y la fantasía, y la no identificación con los personajes esté presente en mi cuento.

Los cambios que he realizado son varios aunque  muchas cosas como por ejemplo que la protagonista sea una princesa, que su madre haya muerto (aunque sea más tarde), que la historia transcurra en un lejano reino, que la princesa por algún motivo tenga que abandonar dicho reino y que intente atrasar su boda lo máximo posible, son elementos que no he querido modificar ya que me parecen elementos fundamentales del cuento.

Las cosas que si he cambiado es por ejemplo que mis personajes tienen nombres, y esto hace que los niños sigan mejor el hilo de la historia y se centren mas.

He querido quitar el tema de que el padre se quiera casar con su hija ya que no me parece adecuado para niños de esta edad, y me parece mucho más divertida y emocionante la historia de que aparezca un dragón, ya que a los niños siempre les han gustado las historias de dragones y princesas.

Algo he querido cambiar y que me parece importante para que sea un cuento maravilloso, es el hecho de que haya aunque sea un elemento mágico, como es el dragón.

También, la princesa logra su felicidad con aquellos objetos que se llevo que eran de su madre y parte de su vida en el palacio. No he querido cambiar la idea pero si un poco la forma en la que pasa. Ella aprovecha cuando el príncipe no mira para meterle los objetos en la sopa, yo lo he cambiado y he puesto que lo que hace es metérselo en bolsillo de la chaqueta.

He querido también cambiar un poco la idea en la que la princesa se enamora del príncipe, y que en vez de eso se enamore del dueño de un hostal.